lunes, 11 de marzo de 2013

Agonizando en Londres

Me parece que llevo un tiempo sin ser objetivo conmigo mismo. Antes de venir a vivir a Londres, hace  algo más de un año, tuve una época en la que creo conseguí cierto grado de objetividad. Fue una época de un año y medio en la que, después de haber roto con mis amistades y haber dejado el trabajo que tenía, me dediqué a mí mismo en jornada completa. Fue una época muy diferente a cualquiera otra que hubiese vivido antes. No solo era dejar a mis amigos y  mi trabajo, significaba mucho más, fue un decir "no aguanto más", un intentar poner fin al sin sentido que había venido viviendo. Durante más de diez años lo había estado pasando realmente mal y nadie a mi alrededor me ofrecía ningún apoyo; mi familia y mis amigos eran solo una etiqueta. Necesitaba romper con todo, algo que me aterraba. Por eso tarde años en tomar la decisión. 

Tras haber cortado estuve un año y medio viviendo en casa de mis padres sin vida social y sin trabajar. Ahora que estoy en Londres echo de menos ese espacio para mí, creo que en esa época llegué a estar conectado conmigo mismo de una forma que solo había alcanzado algunas veces en mi niñez y en los primeros años de mi adolescencia. Lo que me permitió romper con todo, pese al terror que me producía, fue la convicción de que había algo más que esa vida alienada que había estado llevando. Y estaba en lo cierto. Pese a toda la presión social por el no tener vida social y no querer saber nada de nadie, no tener trabajo y estar en casa de tus padres con veintinueve años, las cosas parecían tener sentido. Al negar todo lo que me ofrecían, al rechazar todas esas presiones, las cosas  encajaban. Sí, lo pasaba mal por todas esas presiones sociales pero ya no sentía la vergüenza de la alienación. Había cambiado la vergüenza por la culpa de vivir de una forma "blasfema" y eso era algo mucho más digno. Fue una época de poesía y de encuentro conmigo mismo; no necesitaba nada de fuera, estaba repleto de mí mismo. No necesitaba a la gente ni un  trabajo con el que identificarme, al contrario, lo rechazaba. Eso me llenaba de culpa, estaba osando a rechazar los patrones sociales. Uno, cuando esta solo y sin trabajo, tiene que sentirse mal. Culpa y al mismo tiempo orgullo, pero todo eso se ha ido yendo al carajo en Londres.

En ningún momento quise venir a Londres, la razón por la que vine fue porque se acercaban las navidades y me di cuenta que no iba a poder soportar una vez más la hipocresía navideña. Si no hubiese sido por estar en casa de mis padres ese retiro personal no lo hubiese interrumpido. Tenía que salir de mi casa pero al mismo tiempo me aterraba; iba a salir a la jungla de nuevo. Tal vez ese miedo fuese por intuir que no estaba preparado para salir al mundo de una forma digna para mí. Me estaba reconstruyendo, no estaba preparado para salir ahí fuera. Para mí solo tiene sentido hacer las cosas que, sin presión, voy decidiendo yo mismo por entender que es algo que necesito o que quiero hacer. Me fui a la fuerza, como un perro, y todo esto  sin decir la verdad a mi familia por miedo a que, si me sinceraba, me hiciesen chantaje emocional diciendo que la familia estaba bien y que era injusto con ellos. 

Y estos quince meses que llevo en Londres no han sido nada más que una lucha continua para no perderme, para no caer en las mentiras que me desconectan de mi mísmo. No he podido crear nada porque no he tenido mi espacio desde el cual plantear las cosas tranquilamente. Me he visto obligado a      buscar trabajo de lo que sea apresuradamente y sin ninguna motivación. Trabajo en hostelería y me siento totalmente alienado; la gente que me rodea me es absolutamente ajena. Una lucha innecesaria que habría podido evitarme si hubiese tenido una familia que, en vez de mirarme con pena o desprecio por, según ellos, estar desperdiciando mi vida al no buscar un trabajo y hacer lo que todo el mundo, me hubiese respetado ese espacio. Aunque, la verdad, si hubiesen sido capaces de hacer eso, tal vez no estaría sufriendo todo lo que estoy sufriendo y ni siquiera hubiese necesitado ese espacio.

Aquí me corrompo con las prisas y las presiones, con la necesidad de sobrevivir. No tengo el espacio para estar conmigo mismo, para ser objetivo y ver las cosas tal cual son. Me empiezo a avergonzar de mí mismo de nuevo. Empiezo a ansiar lo que antes con orgullo rechazaba, me degrado, pierdo la sensibilidad. No puedo escribir nada que tenga sentido, solo banalidades que afortunadamente no publico. No tengo ideas nuevas.  Estoy embrutecido, desconectado de mí mismo. 

Estoy pensando en hacerme autobusero aquí, es un trabajo que pienso te permite ir a lo tuyo sin nadie que te moleste. Te permite hacer tu trabajo y punto, sin tonterías. A ver si así encuentro mi espacio y me recompongo. Veremos.