¿Por qué hacer algo? Ninguna de nuestras acciones parten de una motivación genuina; son todas escapatorias o automatismos.
Estoy tenso. Siento como si finos cables de acero me recorriesen el cuerpo. Siempre pienso que es una energía emocional que no está siendo movilizada, un pensamiento que, aunque me parece muy cierto, no me ayuda, pues me fuerza a una expresión que no es natural. Necesitamos expresarnos pero no podemos hacerlo por decisión propia, eso sería ser muy poco gentil con nosotros mismos. La expresión solo puede estallar, solo puede suceder por sí misma. ¡¿Qué hacer entonces cuando uno siente una tensión que parece no tener límites?! ¿ Y cómo condenar nuestras evasiones ante el vértigo de esa tensión? Sentir esa tensión hasta el final, hasta agotarla... No se me ocurre otra solución, sin embargo, no estoy seguro de si recomendaría eso a alguien; un juicio mortífero podría cruzarse en el camino. Cualquier recomendación en el terreno psicológico es peligrosa; uno ha de ir a su ritmo, no pasar ciertos límites para los que no está preparado. No es aconsejable querer salir de la propia evasión si no nos empuja a ello una necesidad genuina; la neurosis es una muralla que nos proteje de aquello para lo que no estamos preparados. Querer salir de la neurosis es un suicidio y no puede ser un deseo genuino, solo algo que decidimos por una presión externa.
El drama de mi vida fue que, a los dieciséis años, un acontecimiento externo me tiró abajo mi muralla. No estaba preparado para lo que se me echó encima y sufrí las consecuencias. No fue algo que elegí, nadie puede eligir un suicidió así. De hecho, centré todos mis esfuerzos en levantar la muralla de nuevo. Pero no pude.