Somos un torbellino de emociones. Hasta la persona con la vida más rutinaria podría sentir en profundidad si realmente expresase esa misma rutina de su día a día. Sus emociones no han desaparecido, están latentes. Las emociones, hasta que no son sentidas y agotadas, nunca desaparecen. Lo interesante de una vida tremendamente aburrida y banal es precisamente eso, lo aburrida que es. Y es interesante porque eso es lo que es y no otra cosa. ¿Qué otra cosa le puede interesar al aburrido que su propio aburrimiento?, ¿qué otra cosa le puede interesar a el atormentado que su propio tormento? No te puede interesar más que aquello que vives, pues no hay más. Hay que interesarse por nuestras miserias, mirarlas con curiosidad y asombro. Sentirlas y pensar "¡por dios, qué mísero soy!". ¿Qué podemos hacer si no vomitar nuestras verdades y quedarnos atónitos ante ellas?
Expresar y objetivar todo hasta que se convierta en algo interesante. Interesarnos por nosotros mismos. En ese aspecto, no existe una vida carente de sentido. La existencia más absurda comienza a ser interesante cuando uno se hace consciente de su propio absurdo y se interesa por él.
Expresar y objetivar lo que nos ocurre en cada momento, sin dejarnos nada. Es un continuo, nunca se llega a ningún lado en el sentido de una meta premeditada, sin embargo, vamos comprendiendo deshaciendo nuestras angustias. Movilizamos emociones, fluimos. No se llega a ningún lado ( porque tampoco hay sitio a donde llegar) pero hacemos lo único que podría tener sentido: Interesarnos por lo que somos dejando así de ser presa de la inconsciencia y de nuestros propios bloqueos emocionales. Nos interesan nuestros miedos y angustias. Nos interesan nuestros complejos. Por mero interés nos atrevemos incluso a mirar cosas de nosotros mismos nos aterran.
Bastante es mirar nuestras miserias que no tenemos tiempo de ver las de los demás.
ResponderEliminar