lunes, 6 de febrero de 2012

¡No quiero trabajar! ¡Así no!

Siento una tremenda angustia, la presión por trabajar o por ese "hacer algo" me va a matar. Solo me siento bien cuando grito "¡cojones, no quiero trabajar! ¡Así no!" Mi actividad interior y genuina está aplastada, el monstruo del conformismo me acecha amenazador, quiere que me someta, que me convierta en un ser alienado, desprovisto de personalidad. Me grita "¡ponte a hacer algo ya de una puta vez!" Mis intentos desesperados por mantener mi subjetividad y no dejarme arrastrar no le llegan ni a la suela de los talones.

Entrar en el mercado laboral me parece un acto violento en si mismo. Tengo que corromperme para entrar ahí. Si digo que llevo más de un año y medio sin trabajar, tomándome un tiempo para mí (algo que necesitaba), no me contrata ni mi padre, menos aquí en Reino Unido, donde llevo dos meses exiliado. Aquí son unos enfermos del dar referencias y del justificar que se ha hecho. Y no solo para un puesto de ingeniero, qué por supuesto también, sino para cualquier trabajillo. ¡Cómo si tomarse un tiempo para uno fuese estar delquiendo por ahí! Es la enfermedad de la desconfianza.

No digamos si soy un poco más sincero y digo que realmente no me apetece trabajar. A casi nadie le apetece trabajar pero al ir a una maldita entrevista de trabajo hay que poner la sonrisita y decir que estamos altamente motivados. ¡Coño, qué te voy a hacer el trabajo bien pero no me hagas ser falso, si todos sabemos que trabajar es un coñazo! Además, te piden entusiasmo sabiendo que no lo tienes (ellos tampoco) De hecho, no te piden que estés entusiasmado, te piden que digas que lo estés, vamos, te piden conformismo. Es un sin sentido, pues justo esa "motivación" forzada mata una posible motivación auténtica.

Lo más gracioso de todo es que siempre he sido una persona que le gusta colaborar en la sociedad y ser productivo, pero a uno se le quitan las ganas. No se hacen las cosas son cariño ni racionalidad, son todo obsesiones y prisas, cuando no ponerle la sonrisita al cliente de turno. ¡Ponedle un poco de amor al asunto, coño! Pero del bueno, no de ese fingido. En serio, siento que para poder trabajar tengo mentir, que vender mi alma.

Viendo que apenas nadie se plantea estas cosas y todos se levantan y se van a trabajar como lo más normal del mundo me pregunto si esto no será una cosa mía y el mercado laboral es bastante racional. No sé si ese monstruo que me acosa está realmente ahí fuera o más bien en mi imaginación, pero, sea lo que sea, el pesado no para de acosarme.

Cada día entiendo menos.

2 comentarios:

  1. Quizás los antidepresivos te hagan pasar por alto cosas que, en estado normal, se te hacen intolerables. Quizás tengan también esa función social de adormilar al personal y que todo siga rodando aparentemente bien

    ¿Qué quieres decir con " las personas que no se la pueden"?

    ResponderEliminar
  2. Para encajar en la sociedad hay que trabajar y ser productivos sino lo haces eres mal visto, entonces tienes que alinearte o dejar que los demás hablen. Si tienes forma de solventar tu vida no creo debas preocuparte por vender tu alma al diablo.


    Un abrazo.

    ResponderEliminar